En la Palabra
Lectura: Jeremías 51-52
En medio del juicio de Dios sobre Babilonia, el cual se describe como
algo terrible, el Señor declara que Israel (reino del Norte) y de Judá (reino del
Sur) no han quedado viudas, aunque su tierra fue llena de pecado. Ahora el Señor
se levanta para hacer juicio contra Babilonia y le dice a su pueblo que debe
salir de ella para no ser destruido. De Jacob (Israel) el Señor dice que son
como martillos en su mano y arma de guerra y por medio de ellos quebrantará
naciones y reinos. El último capítulo de Jeremías describe la caída de Jerusalén,
cómo Sedequías se rebeló contra Nabucodonosor y trajo un sito sobre la ciudad
que duró alrededor de dos años hasta que hubo una gran hambre. El rey los príncipes
quisieron escapar abriendo una brecha en el muro pero fueron alcanzados por el
ejército babilonio. Los hijos de Sedequías fueron degollados mientas Sedequías
lo veía y después le sacaron lo ojos y lo llevaron en cadenas a Babilonia. Esta
fue la destrucción final de Jerusalén, sus muros, el templo y la ciudad fueron
destruidos y quemados.
En la Práctica
Este pasaje nos puede hablar en dos formas; la primera nos habla de la
fidelidad de Dios aún cuando nosotros somos infieles. Gracias a Dios que El no
es como nosotros, Isaías dice que nuestros pensamientos no son sus pensamientos
y nuestros caminos no son sus caminos, porque así como está más alto el cielo
de la tierra así son los pensamientos de Dio, más altos que los nuestros
(Is.55:8-9). El apóstol Pablo dice “si nosotros fuéremos infieles, el permanece
fiel, El no puede negarse a sí mismo.” Dios es soberano y en su soberanía
cumplirá su propósito en nuestras vidas. Así como tenía el propósito de que
Israel poseyera la tierra prometida, aunque le costó 40 años en lugar de 11 días
y pelear batallas en fe (Dt. 1:2). Así Dios cumplirá su propósito en nuestra
vida, pero cuánto tiempo se tardará; depende de nuestra fe y obediencia. ¿De qué
te habla lo que sucedió con Sedequías? Jeremías muchas veces le habló la
Palabra de Dios y le dijo que se rindiera al rey de Babilonia y no luchara
contra él, sin embargo el rey hizo su propia voluntad y no se arrepintió. El resultado,
sufrimiento, ceguera, prisión y muerte. Cuando un hijo de Dios hace su propia
voluntad y no se arrepiente, creo que puede esperar lo mismo.
La segunda enseñanza es que en la fidelidad de Dios, él promete que en
sus manos, Israel vencerá a todas las naciones. ¡Que Palabra más maravillosa de
confianza y victoria! ¿Estas en la mano del Señor? El te puede usar para
grandes cosas
En Oración
Gracias por tus promesas y tu fidelidad maravillosa. Como dijo Isaías; “heme
aquí, envíame a mi.” Por Jesucristo, mi Señor, amén.
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