En la Palabra
Lectura: Jeremías 49 -50
Estos dos capítulos relatan el juicio que el Señor trae sobre las
naciones. Amón llegaría a ser un montón de ruinas porque pensó que nadie podía
contra ella; era una nación arrogante. Edom, el Señor dice destruiré a Esaú
(Edom) y descubriré sus escondites. De Edom dice que su arrogancia y la
soberbia de su corazón lo engañó. Sería derribado de su soberbia. De Damasco
dice que desmayó, sus hombres de guerra y sus jóvenes morirían en las plazas. También
las ciudades de Cedar y Hazor a quien Nabucodonosor asoló nadie volvería
habitar en ellas. Elam a quien el Señor quebraría su arco y los esparciría a
los cuatro vientos y en los últimos días el Señor los volvería a reunir. También Babilonia sería destruida por todo el
mal que hizo sobre los pueblos y no habitaría más hombres en ella.
En la Práctica
El Señor es Dios justo y Santo, no solo trae juicio sino misericordia. La
misericordia de Dios hace que anuncie a las personas lo que va a hacer si no se
arrepienten. Eso fue lo que hizo a través de los profetas. Uno de los grandes ejemplos
de la misericordia de Dios lo vemos en la ciudad de Nínive, quienes eran unos crueles.
Dios envió al profeta Jonás a anunciar la destrucción de la ciudad, pero el rey
se arrepintió y mandó a todo el pueblo hacer lo mismo. Dios los perdonó y no los
destruyó. Sin embargo llega el momento en que la rebelión del hombre llega al límite
y Dios en su amor y justicia tiene que ejecutar el juicio. El juicio que el Señor
hace contra estas naciones deja establecido que es su arrogancia, soberbia y crueldad.
Lo tremendo de eso es que a Esaú le dice que su corazón lo engañó. No permitas
que tu corazón te engañe y te haga “sentir” que estas bien. El apóstol Juan
dice que si tu corazón no te reprende, mayor que tu corazón es Dios; y él sabe
todas las cosas. Si Dios te habla y te muestra algún pecado en tu vida, arrepiéntete
porque si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.
En Oración
Señor, gracias por tu perdón y gracias por tu Palabra que es viva y eficaz
y más cortante que toda espada de dos filos. Gracias por hablar a mi alma y por
revelar el engaño del corazón. Por Jesucristo, amén.
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