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En la Palabra
Lectura: Deuteronomio 21-23
El Señor dio a Moisés leyes acerca de una persona que fuere hallada muerta sin que se supiera quien la mató. Los ancianos de la ciudad más cercana debían quebrar el cuello de una becerra en el lugar donde fue encontrado el muerto y lavarían sus manos porque ellos eran inocentes por no saber quién mató a la persona. También dio leyes en cuanto a no humillar a una mujer aunque fuera cautiva de guerra y de dar lo justo al hijo primogénito aunque el padre hubiere aborrecido su mujer. Para un hijo rebelde, contumaz y borracho la sentencia era ser apedreado.; “así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá, y temerá.” (21:21)
Dios da leyes en contra de los travestis (hombres que se visten de mujer y mujeres que se visten de hombres) y leyes para proteger a la mujer acusada falsamente de infidelidad. También da leyes muy severas contra la fornicación y el adulterio; ambos debían morir apedreados; “así quitarás el mal de Israel.” (22:22)
Aunque el pueblo de Israel estuvo como esclavo en Egipto y fueron maltrataron, el Señor les manda que no los aborrezcan porque fueron extranjeros en su tierra. En cambio a los amalecitas no podrían entrar a la congregación israelita porque no les dieron pan ni los madianitas porque sedujeron al pueblo a fornicar por enseñanza de Balaam. La gente debía cumplir con sus promesas a Dios (23:23)
En la Práctica
Dios ama a su pueblo, y como un padre amoroso quiere protegerlo para que no se lastime. Las leyes de Dios tienen la finalidad de protegernos. Dios nos creó y el sabe perfectamente cómo funcionamos. Las heridas emocionales y psicológicas que causa la inmoralidad, por ejemplo, son profundas. ¿Por qué la severidad de las sentencias de Dios? La explicación que da la misma Biblia la repite varias veces en estos capítulos, es decir, juntamente con la prescripción se da la razón: “así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá y temerá.” (21:21). Las sentencias tan severas tenían dos propósitos principales; primero, una razón punitiva, es decir de castigo al hacer justicia retribuyendo al ofensor de acuerdo a la falta (la muerte en el caso de adulterio o del hijo rebelde y borracho, es porque Dios las considera faltas graves). La segunda es preventiva, es decir, que al conocer las consecuencias de antemano, las personas nos refrenemos de cometer estas faltas. La pregunta que seguramente nos surge es: ¿quién pude cumplir con las demandas de estas leyes, sobre todo en nuestros tiempos? La respuesta es nadie, por ello, todos necesitamos de Jesucristo día a día en nuestra vida; separados de El, nada podemos hacer (Juan 15:5).
En Oración
Señor gracias por tu amor y por tu protección, como un hijo adolescente muchas veces pienso que puedo vivir independiente de ti y finalmente cometo muchos errores que han sido muy dolorosos. Gracias por enseñarme tu camino, necesito de ti cada día para conducirme de acuerdo a tus principios. En Jesucristo, amén.
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