Sunday, October 21, 2012

El que me Confiese delante de los Hombres...


En la Palabra
Lectura: Mateo 10

Jesús envió a sus apóstoles a  predicar: “el reino de los cielos se ha acercado,” les dio autoridad para sanar toda enfermedad y echar fuera demonios y les dijo que lo que habían recibido gratuitamente (de gracia), lo dieran gratuitamente. Les ordenó que no tomara oro ni plata ni vestido advirtiéndoles además que no todos les recibirían sino que al igual que a él lo persiguieron, así también los perseguirían a ellos. Además les dijo que no debían temer a los que pueden matar el cuerpo porque el alma no la pueden matar, al que deben temer es al que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. No hay nada que suceda sin la voluntad de Dios, aún nuestros cabellos están contados. El Señor fue claro en que cuando le confesamos delante de los hombres, él nos confesará también delante del Padre. El Señor causaría conflicto entre el padre el hijo, la nuera y la suegra, pero el que recibiera al Señor le recibiría también al mensajero.

En la Práctica
Este es un pasaje alentador para todo seguidor del Señor Jesús. Dios ha sido misericordioso y compasivo, aún cuando nosotros estábamos muertos en nuestros pecados, nos dio vida con Cristo. Nos ha adoptado hijos suyos y nos ha dado una comisión; “ir y hacer discípulos en todas las naciones, balizándolos en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que les he enseñado.” Así como eligió a los 12 apóstoles y los envió a predicar, así también a cada uno de nosotros, pero igualmente nos equipa para hacer la labor que nos ha encomendado. ¿Tienes temor? El Señor dice que no debemos temer a nadie porque aún nuestros cabellos están contados. Al único que debemos temer, NO es al diablo porque el no tiene autoridad sobre la vida, al que debemos temer es únicamente al Señor. Fíjate cómo dicen los vv.31 y 32 “Así que, no temáis…A cualquiera, pues que me confiese delante de los hombres, yo también le confesare delante de mi Padre que está en los cielos.” ¡Que palabra más alentadoras para nosotros! En nuestras fragilidades está siempre el temor del “qué dirán si les hablo del amor de Dios.” Lo que debemos preguntarnos es: “¿a dónde irán si no les hablo del amor de Dios?” Animémonos a ser testigos del Señor.
Por otro lado, la motivación de los enviados ( curiosamente es la palabra “apóstol” en Griego), no era pedir oro ni plata, ni vestido. Habían recibido de gracia, debían dar de gracia, es decir sin pedir nada a cambio. ¡Que diferencia de muchos que se dicen “apóstoles” y “profetas”!
Quiera Dios que nuestra motivación sea por amor a Dios. “Al que mucho se le perdona, muco ama.

En Oración
Padre amado, que palabra tan maravillosas tienes para tus hijos. Gracias por recordarme tu deseo para aquellos que no te conocen y la misión que me has dado; en el nombre de Jesús.


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