En la Palabra
Lectura: Ezequiel 31-33
El Señor continúa dictando sentencia contra Egipto y hace una comparación
con un cedro muy hermoso que se glorió por su hermosura pero que fue derribado
y enterrado, así sería derribado faraón con todo su ejército. Al Faraón también
lo compara a leoncillo que aterraba a sus presas y a un dragón de los mares que
enturbiaba las riveras, pero Jehová lo sacaría con su red y daría sus carnes a
comer a las aves y a las fieras.
El Señor establece la función del atalaya o vigilante. Si el vigía veía
venir al enemigo y no sonaba la alarma, sería él culpable de lo que le
sucediera al pueblo, pero si el sonaba la alarma no sería culpable de lo que
sucediera con el pueblo. A Ezequiel le dice: “tu pues hijo de hombre, di a la
cas de Israel…vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío,
sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de
vuestros malos caminos: ¿Por qué moriréis, oh casa de Israel?” (33:10-11)
En la Práctica
Dios te ha hecho un llamado, si has nacido de nuevo, tú y yo somos sus
testigos. En Hechos 1:8 la Biblia dice que recibiremos poder, del Espíritu
Santo, para ser testigos. Somos como los atalayas, como los vigías, Dios nos ha
puesto sobre el muro para sonar la alarma. Sabemos que el enemigo ha llegado y
está destrozando las vidas de nuestros familiares, amigos y vecinos. Tenemos un
mensaje de esperanza, de paz y de una nueva vida para ellos, por qué no
compartirles. Dios no quiere destruir ni que la gente muera y vaya a condenación
sino que se arrepientan para que vivan. ¿A quién le puedes compartir del amor
de Dios en esta semana?
En Oración
Me has puesto por testigo de tu amor y tus maravillas, ayúdame a
compartir de ese amor para que la gente a mi alrededor pueda llegar a conocer
tu amor, tu perdón y tu poder para transformar las vidas, en el nombre de Jesús,
amén.
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