En la
Palabra
Lectura: Salmo 32, 51, 82 y 122
Estos Salmos reflejan el dolor de una persona
arrepentida por el pecado. David después de haber cometido adulterio, asesinato
y una serie de engaños para ocultar su pecado, es finalmente confrontado por el
profeta Natán. Al darse cuenta de que no puede encubrir su pecado y reconocer
que ha ofendido a Dios, David se arrepiente y compone estos Salmos de
arrepentimiento. En ellos vemos la
gracia del perdón, la necesidad del hombre de confesar su pecado y corregir su
conducta. David reconoce también la grandeza de Dios y su misericordia que lo
ha librado del Seol (82:13). Por ello David dedica su vida al Señor para
glorificarlo.
En la Práctica
Estos Salmos contienen grandes enseñanzas
acerca de la consecuencia del pecado inconfeso, del arrepentimiento, la oración,
el perdón y la alabanza. Cuando David pecó y no confesó su pecado, dice la
Biblia que en su interior se fue secando, aún sus huesos sufrieron. Hay algunos
que dicen que la enfermedad está directamente relacionada con el pecado, es
decir, si estás en pecado te enfermas. Estoy de acuerdo que la Biblia enseña
que la enfermedad es uno de los resultados del pecado, así como la muerte. Pero
creo que aseverar que la enfermedad es en todos los casos resultado del pecado
es muy atrevido. Cuando el Espíritu de Dios te reprende por el pecado y no hay
arrepentimiento, el Espíritu comienza a contristarse, la conciencia comienza a
endurecerse, la mente se comienza a entenebrecerse y el gozo comienza a
desaparecer. Esta fue la experiencia de David. En su misericordia Dios lo
confrontó y le mostró su pecado; David inmediatamente reconoce su maldad y pide
misericordia a Dios. Dios le perdona y le devuelve el gozo de su salvación. Si
has perdido el gozo cristiano tal vez es por algún pecado inconfeso en tu vida.
Como dice el libro de Hebreos; “si oyes hoy su voz, no te endurezcas” es el
momento de pedir misericordia, clamar por perdón y recobrar el gozo de la vida
cristiana.
El Salmo 122 refleja el gozo de los
peregrinos de ir a Jerusalén durante los días de Fiestas solemnes y presentarse
en la casa o en el Templo de Dios. El pecado no permite acercarse a la
presencia de Dios, al menos se confiese. La alegría y la emoción que debían
sentir al ir acercándose a Jerusalén y al ver de lejos la ciudad con su muralla
y el Templo del Señor en todo lo alto debió ser una experiencia única.
¿Qué tan lejos o cerca estás hoy de la casa
(presencia) de Jehová? ¿Te alegras hoy con aquellos que constantemente están en
la presencia de Dios?
En Oración
Padre, tu conoces mi corazón y como el
salmista te pido que me guíes por tu camino. Quiero alegrarme en tu presencia y
desechar el pecado de mi vida. En el Nombre de Jesús, amén.
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