En los primeros capítulos del libro vemos a Job de quien se Dios dice
que era un hombre “perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (1:1,10;
2:3). Cuando llegó la calamidad en la vida de Job como un torbellino, se dice
que Job no pecó, ni atribuyó a Dios despropósito alguno (1:22). En el
desarrollo de la historia, Job comienza a revelar algo que estaba escondido en
lo mas profundo de su ser y comienza a preguntar a Dios por qué los justos
sufren y los pecadores les va bien. Job siente que Dios está enojado con él y
no entiende por qué: “En su enojo Dios me desgarra y me persigue; rechina los
dientes contra mí; mi adversario me clava la mirada…Dios me ha entregado en manos
de gente inicua; me ha arrojado en las garras de los malvados. Yo vivía
tranquilo pero el me destrozó; me agarró por el cuello y me hizo pedazos; ¡me
hizo blanco de sus ataques!” (17:9,11-12)
¿Será que Job estaba perdiendo la perspectiva que demostró al principio
de la historia donde sabía que Dios tenía un propósito? El tiempo ayuda a
revelar lo que hay en el fondo. La Biblia dice que vivimos por fe y no por
vista; es fácil creer en lo que vemos, pero es muy difícil confiar en lo que no
vemos. Uno de los versos que me ayuda cuando estoy pasando por circunstancias difíciles
es Heb. 10:35-39 “No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande
galardón; 36 porque os es necesaria la paciencia, para que
habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.” Necesitamos confianza,
esto es fe y necesitamos tiempo, esto es paciencia, para alcanzar la promesa y la
recompensa de Dios. No pierdas la perspectiva.
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