Antes de morir, Jacob bendijo a cada uno de
sus hijos profetizando sobre ellos; además hizo prometer a José que no dejaría
su cuerpo en Egipto sino que lo sepultaría en la tierra de Canaán. Fue un gran
acontecimiento en todo Egipto la muerte de Jacob. Después de sepultar a Jacob,
sus hijos reflexionaron sobre la muerte de su padre y pensaron que tal vez José
les guardaba rencor y se vengaría de todo el mal que le hicieron; por ello lo
buscaron diciéndole que Jacob había pedido que le dijeran: “Díganle a José que
perdone, por favor, la terrible maldad que sus hermanos cometieron contra él.”
Al escuchar esto José se echó a llorar y dijo: “no tengan miedo; ¿puedo a caso
tomar el lugar de Dios? Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios
transformó el mal en bien…” José, podría decirse, tenía una perspectiva divina
acerca del perdón. No guardó rencor a sus hermanos, y sin que ellos lo
pidieran, ya los había perdonado, además sabía que todo lo que sucedió tenía un
propósito: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a
bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Rom.8:28). ¿Puedes
perdonar a otros? Uno de los motivos que José presenta para poder perdonar es: “¿puedo
acaso tomar el lugar de Dios?” Cuando no perdonamos, estamos tomando el lugar
de Dios, dejamos que nuestro corazón se llene de amargura, perdemos la
perspectiva divina de su propósito y lastimamos a otras personas. Perdonemos
como Dios no ha perdonado.
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