Al salir de Egipto después de 430 años de
esclavitud y con señales milagrosas del poder de Dios, cualquiera diría que los
israelitas estarían confiados en el plan, el propósito y el poder de Dios para
llevarlos a la tierra prometida. Sin embargo, tan pronto salieron, vino la
primer prueba de su confianza en Dios. El Señor endureció el corazón de faraón
quien salió con su ejército a perseguir a los israelitas. El pueblo se quejó
con Moisés:
¿Acaso
no había sepulcros en Egipto, que nos sacaste de allá par morir en el desierto?
¿Qué has hecho con nosotros? ¿Para qué nos sacaste de Egipto? Ya en Egipto
decíamos “¡Déjanos en paz! ¡Preferimos servir a los egipcios!” ¡Mejor nos
hubiera sido servir a los egipcios que morir en el desierto! (14:11-12)
¿Cuántas veces nosotros mismos no somos como
el pueblo de Israel? Nos cuesta creer las promesas de Dios y desconfiamos de su
Palabra. ¿Qué hizo Moisés? Simplemente les dijo: “no tengan miedo…mantengan sus
posiciones, que hoy mismo serán testigos de la salvación que el Señor realizará
a favor de ustedes… quédense quietos, que el Señor presentará batalla por
ustedes.” Dios después le dijo a
Moisés que levantara su vara y extendiera su brazo sobre el mar para hacer
camino entere las aguas. Dios nos ha dado el poder de su Espíritu Santo en
nuestra vida, tenemos su Palabra y sus promesas; ¿puedes confiar en ellas?
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