El Señor habló a Moisés y lo comisionó para
sacar al pueblo de Israel de Egipto. La tarea no iba a ser sencilla, al
contrario, faraón endurecería su corazón para no dejar ir al pueblo. Moisés
ante tal tarea no cree que es la persona indicada, de hecho, pone pretextos:
“¿quién soy yo para presentarme ante el farón…?” El Señor le dijo: “Yo estaré contigo…” (3:11-12). Además el
Señor le dejó claro “manifestaré mi poder…” (3:20). Moisés también preguntó:
“¿Y qué hago si no me creen ni me hacen caso?” el Señor le preguntó: “¿qué
tienes en la mano?” Moisés respondió: “una vara” (4:1-2). Dios le dijo a Moisés
que arrojara la vara y esta se convirtió en culebra, después le pidió que tomara
a la culebra de la cola, la cual se convirtió una vez mas en vara. Esta señal
serviría para que el pueblo creyera que Dios envió. Aún así Moisés siguió
poniendo pretextos diciendo: “Señor, yo nunca me distinguido por mi facilidad de
palabra…” Dios le contestó: “¿Y quién le puso la boca al hombre?” Moisés le rogó
al Señor que enviara a otra persona. Dios le concedió que Aarón fuera con él,
pero le advirtió: “no te olvides
de llevar contigo esta vara, porque con ella harás señales milagrosas.”
¿Te ha asignado Dios alguna función? Aunque no lo creas, eres la persona indicada para ello. Todos
los creyentes tenemos la comisión de predicar el evangelio. ¿No te has
distinguido por tener facilidad de palabra? ¿Quién le puso boca al hombre? Además,
así como a Moisés, Dios nos ha dado su Espíritu Santo. “Recibirán poder cuando
venido sobre ustedes el Espíritu Santo y me serán testigos…” (Hech. 1:8).
Podemos cumplir con la comisión de predicar el evangelio usando el poder de
Dios. “No te olvides de llevar la vara porque con ella harás grandes señales…”
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