
Este pasaje contiene además una promesa maravillosa
para Abram: “…haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y serás bendición….”
Como a Abram, los creyentes hemos recibido
una bendición maravillosa de Dios en Jesucristo: “Bendito sea el Dios y Padre
de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en
los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación
del mundo” (Ef. 1:3-4). ¿No es de asombrarse todo lo que Jesucristo ha hecho
por los suyos, solo por el puro afecto de su voluntad? ¿Cuál es nuestra
respuesta a este amor que da? Como Abram, como Noé, edifiquemos el altar de nuestro
corazón para adorar a Dios.
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